El regreso de los sapos o la cueva de los chivatos
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Foto | Ciper Chile |
Columna de opinión de
Eduardo Fernández
Eduardo Fernández
Por
estos días y a raíz de la detonación de un artefacto explosivo
por parte de “desconocidos” en un centro comercial cercano a la
estación Escuela Militar del Metro de Santiago, se ha abierto una
discusión sobre la acción de los llamados “organismos de
seguridad” y principalmente de su composición y de pasada
legitimar una “ley antiterrorista”. La ciudadanía, en general,
poco o nada sabe; suele ser más bien una discusión de “expertos”.
Durante
y después de terminada la segunda guerra mundial proliferaron en los
países de Europa occidental, del este europeo y del resto del mundo
las agencias de seguridad Terminado el conflicto, el eje se volvió
principalmente hacia el interior de los países, como una eficaz
herramienta de control de los opositores políticos internos. Nos
familiarizamos con siglas que, de solo pronunciarlas, ya aterran. Es
el caso de la brutal GESTAPO de Hitler, la Stasi en la DDR, la KGV
(heredera de la Cheka) en la ex Unión soviética, y del mismo modo
las aún existentes como el misterioso FBI y la “influyente” CIA
de USA, el MI5/MI6
en
el Reino Unido
o
el muy “eficiente” Mossad
de Israel. En
Rusia actual, después de los socialismos reales el GRU (Departamento
Central de Inteligencia)
o el MSS
de China (Ministerio
de Seguridad Estatal)
y
el DGSE de Francia, y el G-2 de Cuba entre las más conocidas
Un
servicio
de inteligencia
es
una agencia del estado y cuyos miembros son reclutados desde ex
funcionarios de las policías de las fuerzas armadas o en servicio
activo o bien civiles provenientes de las organizaciones de los
partidos políticos proclives a la misma ideología del Gobierno de
turno y dedicada a obtener información, dicen que para la seguridad
nacional, vaya uno a saber.
La dictadura
creó un
siniestro y secreto dispositivo de represión política,
la tristemente
célebre DINA,
orientada a eliminar físicamente a los miembros de partidos y
movimientos de la Unidad Popular y el MIR .
Su director, Manuel
Contreras está encarcelado de por vida por las gravísimas y
reiteradas violaciones a los derechos humanos.
Fue remplazada en 1977
por la Central
Nacional de Informaciones (CNI) que
operó al margen de la ley y el respeto por la ciudadanía. Disuelta
el 22 de febrero de 1990 por la Ley 18 943,
muchos
de sus agentes fueron “reasignados”. Se diluyeron en los
intricados vericuetos de las fuerzas armadas y organismos del estado
o bien como soplones de empresas privadas. El
primer gobierno pos dictadura, debido al estúpido asesinato de Jaime
Guzmán, creó el
Consejo de
Seguridad Publica e Informaciones, por
el decreto
Nº 363 del 23 de Octubre de 1991, también conocido como “La
Oficina”, cuya misión fue liquidar los grupos como el FPMR y el
Lautaro, Este organismo estaría conformado por personeros de
distintos partidos políticos de la Concertación. Dirigió la
“Oficina” el actual diputado por la Concertación, Marcelo
Schilling, identificado como un hombre con experiencia en el área y
que contaba con cierta experiencia en temas de inteligencia y lucha
subversiva. Alguno de sus directivos tendría instrucción de ese
tipo en la ex DDR. La “Oficina” habría actuado de forma ilegal.
En 1993 en una señal de decencia o cinismo, a través de la ley
19.212 se le sustituye por la “Dirección de Seguridad e
informaciones EL DISIP gozará de buena salud, como un parásito, en
los pasillos obscuros del Ministerio del interior hasta que en 2004
por la ley N° 19.974,
se transforma en la Agencia
Nacional de Inteligencia (ANI)
en el sexenio Lagos. Su tarea es la realización
de inteligencia
político-estratégica.
El
contexto de funcionamiento del mentado organismo es el momento
sociopolítico del país. Desde hace varios años se constata como
común el estallido de artefactos explosivos de fabricación
artesanal en sucursales bancarias edificios estatales y que
corresponderían a acciones de carácter terrorista realizadas
presuntivamente por grupos del llamado anarquismo revolucionario, que
han brotado entre sectores juveniles y no tan juveniles en las dos
últimas décadas, como respuesta inmadura y necia al vacío
ideológico que explique la enorme inequidad social existente y sobre
todo como una forma de respuesta a las promesas sociales incumplidas
por la sociedad y el sistema político. Pareciera que, como otras
tantas cosas, esta forma de expresión se ha vuelto natural.
Naturales son también los “encapuchados” y paradójicamente
muchos que en el pasado fueron protagonistas y partidarios de todas
las formas de lucha hoy se visten de etiqueta para pretender dar al
organismo de seguridad ANI atribuciones
esenciales operativas y que el tema de los “agentes encubiertos”
sea considerado como legal,
es
decir, legitimidad de la figura los “sapos”, que en tiempos de la
dictadura sirvieron como una forma de control social. No hubo
institución barrio o servicio público o privado que no tuviera su
“agente infiltrado”, su sapo propio, dispuesto(a) a traicionar a
su compañero(a) de curso, a su eventual amigo(a), a su colega de
profesión, etc. por un estipendio miserable o simplemente por una
felicitación de un superior. En un tiempo reciente, fue instalada
la delación como doctrina y virtud y constituida por una red de
miles de informantes. ¿Eso es lo que queremos?
Los
miembros de los organismos de seguridad tarde o temprano se sienten
custodios del sistema. Desde la reserva y el secreto protegido de su
acción, se sienten jueces de las conductas y el pensamiento de los
miembros de una sociedad y su permanencia en el tiempo en esa función
los conduce tarde o temprano a la comisión de delitos.
Se
equivocan quienes creen que la vigilancia o el control permitirán
disminuir la comisión de actos cobardes como la colocación de
“bombas” en espacios de uso público y sea esto considerado como
una forma de lucha honesta. No entienden que eso será peor,
volveremos al país en que todos estamos bajo sospecha. Espiarán
nuestras cuentas de facebook, nuestras páginas web, nuestros
correos, nuestras conversaciones telefónicas, nuestras relaciones
personales, nuestras opiniones en reuniones de trabajo serán
evaluadas. Habitaremos de nuevo el "país-cárcel", en cada
amigo veremos un "agente encubierto", intentarán modelar y
pretender encauzar nuestra observación de la realidad en una sola
dirección, volveremos a considerar la desconfianza como una
virtud, estaremos viviendo nuevamente en un estado policial,
volveremos al siniestro tiempo de los "sapos".
Las
soluciones están por otro lado.