¿Qué fue del 'crecer con igualdad'? CASEN 2013: De la pobreza que cuenta y la dignidad que falta
¿Qué fue del ‘crecer con
igualdad’?
CASEN 2013: De la pobreza
que cuenta y la dignidad que falta
El pasado 21 de
enero del 2015, la Ministra de Desarrollo Social, María Fernanda Villegas, dio a conocer los
resultados de la encuesta de Caracterización Socioecónomica Nacional (CASEN)
2013, que establece la disminución de la pobreza. En ella se registra que un
14,4% de la población aún vive en situación de pobreza en el país, alcanzando
un 20,2 la llamada pobreza
multidimensional, manteniendo los índices de desigualdad, lo que sin
duda aparece en un tono más bajo en el discurso oficial y de la clase política,
una especie de conformidad y
naturalización de la distribución inequitativa del ingreso en el país, ya nada
queda de la consigna de la otrora Concertación hoy Nueva Mayoría, “Crecer con
igualdad”.
A partir de la entrega de los
resultados conseguidos por la encuesta surgen varias interrogantes. Por
ejemplo, ¿cómo se mide la pobreza?, ¿cuánto ha crecido la riqueza?, ¿qué
significa la mantención de la desigualdad?, ¿se puede medir la pobreza
solamente basándose en el ingreso?. Estas son, entre otras, variables poco
discutidas y, al mismo tiempo, necesarias para comprender las futuras políticas
públicas que tendrán como principal fundamento las cifras arrojadas por la citada
medición.
La economía chilena, desde fines de
la década de los ’90, fundamentalmente tras el impacto de la llamada crisis
asiática del año ’97, comienza a experimentar una disminución en sus tasas de
crecimiento. El fenómeno recesivo se da por factores endógenos, asociados a la
crisis de los sectores tradicionales de la economía. Dicho ritmo mostró una
tendencia a la baja ya en los últimos años de la administración de Frei Ruiz
Tagle, debatiéndose la economía nacional en cifras de crecimiento que apenas
superaban el 3% durante los primeros años de la década del 2000.
Una arista crítica asociada a las
políticas neoliberales impulsadas bajo el mandato de Frei Ruiz Tagle, apuntaba
a la disminución del rol del Estado. Adicionalmente, su gobierno promovió el
fortalecimiento del capital privado, considerándolo un aliado estratégico para
enfrentar la pobreza: “En su mensaje presidencial del 21 de mayo de 1997, el
presidente Frei vinculó directamente lo que definió como la prioridad de "terminar la indigencia y disminuir drásticamente
la pobreza" con una política que reduce sensiblemente la capacidad de
inversión de las empresas estatales y las empuja, en definitiva, a ser
privatizadas progresivamente, en aquellas ocasiones que no se las traspasa directamente.
Las empresas públicas -explicitó Frei- deben contribuir a la reducción de la
pobreza "maximizando su capacidad de generación de excedentes
operacionales y transfiriéndolos íntegramente al fisco". En consecuencia
-añadió-, sólo pueden financiar sus requerimientos de expansión
"reinvirtiendo las depreciaciones, vendiendo activos prescindibles,
endeudándose en montos razonables y sin aval del Estado, asociándose con
terceros, o aprovechando las distintas opciones de capitalización que el mercado
de capitales ofrece para estos efectos". [1] Lo
señalado da cuenta de la racionalidad que opera para buscar la disminución de
la pobreza a través del mercado, retrocediendo las políticas públicas y el rol
del Estado en la redistribución del ingreso. Sumado a ello la condición cada
vez más vulnerable de los empleos y salarios. Por ello, esta apuesta económica,
sintetizada con el slogan “Crecer con Igualdad” en las campañas electorales de
la Concertación, evidencia en las cifras que la pobreza, existente desde la década
de los ’90, está íntimamente relacionada con la incapacidad de asegurar
salarios que sustenten las necesidades básicas de la población. Es más, los
pobres asalariados forman parte de una nueva modalidad que fomenta la mayor
acumulación del capital.
La pobreza en Chile en la década de
los ’90 alcanzaba un 38,6 % de la población. Esta comienza a disminuir
paulatinamente hacia 1998, llegando a un 21,6 % y, en 2006, a 13,7%. [2]
Si bien existe en los datos una disminución de la pobreza, uno de los efectos más
complejos es su proceso de territorialización
y femenización.
Cabe consignar que durante la primera
parte de la década del 90’, el dogma neoliberal del crecimiento parecía
irrebatible. Sin embargo, en la medida que se hacían patentes los coletazos de la
crisis asiática, los cuales evidenciaron los riesgos de una economía
radicalmente abierta a los vaivenes del libre mercado, se han ido asentando
perspectivas críticas, destinadas a demostrar que la receta económica que busca
superar la pobreza en base a un mayor crecimiento, no sólo no garantiza empleo
estable, sino tampoco la redistribución del ingreso.
Por lo mismo, desde la década de los
’80, la comprensión de la pobreza requiere un análisis complejo que considere
un sin número de variables. No puede seguir siendo comprendida desde la marginación
de ciertos sujetos respecto del sistema.
Más bien, habría que pensar que el neoliberalismo promueve la
inclusión de todos en el mercado, sin atender incluso a las
posibilidades reales de adquisición de bienes y servicios, dadas por el ingreso
de cada sujeto. La supuesta inclusión en el sistema es posible por el espejismo
del crédito y el endeudamiento.
En este sentido, el capitalismo en su
fase neoliberal horizontaliza la dinámica
económica, Con ello desencadena un
proceso de re-concentración capitalista de los recursos y del ingreso. Para que
esto ocurra se han generado una serie de cambios en las políticas públicas y en
la lógica desarrollista de redistribución del ingreso estatal. Entre ellas, la
jibarización de las políticas sociales por parte de un Estado que reduce sus
costos, en el caso del bienestar social, traspasándolos a la población. Las
características del proceso anteriormente expuesto, originan un aumento en la
brecha entre los sectores sociales, desigualdad agravada por las políticas de
privatización de los derechos fundamentales, tales como la salud, la educación
y los servicios tradicionalmente controlados por el Estado (el agua potable, la
electricidad, sanitarias, telefonía y transportes). Dichas políticas han
permitido configurar un Estado Neoliberal.
Por lo que hemos
afirmado hasta ahora, parece necesario volver sobre un eufemismo utilizado en
esta última encuesta CASEN: Pobreza Multidimensional. De acuerdo a esta “nueva
categoría” se considera que los pobres han logrado: “la satisfacción de sus
necesidades y ejercicio de derecho en las áreas de Educación, Salud, Trabajo y
Seguridad Social, y Vivienda”. No obstante, la medición de la pobreza, al
reducirse a la variable del ingreso, no comprende un conjunto de indicadores
que apuntarían a poder determinar si, en verdad, las personas han conseguido
dignidad en sus vidas. De ahí que cuando hablamos de pobreza, deberíamos tomar
en cuenta además el conjunto de derechos arrebatados por el modelo y que su
usurpación es la contracara de la concentración generada por un estado que
perpetua la desigualdad.
El Premio Nobel de
Economía Joseph Stiglitz [3],
señalaba que los datos no bastan para la comprensión de los efectos del capital
global, se requiere además una aproximación cualitativa. Es necesario hacerse
cargo de la indignidad de las condiciones de vida que afecta a gran parte de la
población del país.
Karen Alfaro
Doctora en Historia y Académica
en Universidad Austral de Chile
en Universidad Austral de Chile
[1] CEP:
Resumen Económico Trimestral, Junio 1997, p. 7
[2] FUENTE:
MIDEPLAN. Serie de análisis de resultados de la Encuesta de Caracterización
Socioeconómica Nacional (CASEN) 2006. N 1. La situación de la Pobreza en Chile
2006.
[3] STIGLITZ,
Joseph (2004): El malestar en la
globalización, Taurus, Bogotá
(quinta reimpresión).