Cuando Fidel empujó las ruedas de la Historia
La contribución de Fidel Castro y la revolución cubana a la Historia Mundial y Latinoamericana llenan de sobrecogimiento al constatar cómo un puñado de hombres y mujeres se hizo parte e intervino en los principales procesos sociohistóricos de la segunda mitad del siglo XX. Sus actos lograron que Cuba apareciera en el mapa mundial, poniendo en jaque a las superpotencias a costa de un proyecto político emancipador que puso el acento en los “explotados y vilipendiados de América Latina”. La trascendencia de tales acciones configuró la geopolítica continental actual, el pensamiento de izquierda internacional y las estrategias de defensa de los Estados nacionales.
No deja de sorprender la habilidad
política que demostró Castro en los momentos cruciales de la
revolución desde el asalto al Cuartel Moncada hasta el cobarde
escape de Fulgencio Batista, así como en los puntos más críticos
de la guerra fría.
Sin contentarse con expulsar en 72
horas al ejército entrenado por la CIA en Bahía Cochinos, Castro
continuó la ofensiva hacia el imperialismo norteamericano. Nunca
antes EEUU vio tan cerca el peligro de una guerra en su territorio
como lo fue en 1962 con la “crisis de los misiles”. Resulta
estremecedor imaginar qué habría pasado si el teléfono rojo no
hubiera transmitido el acuerdo entre Kennedy y Kruschev. ¿Habríamos
asistido a la caída del “imperialismo” en manos de la guerra
nuclear? ¿serían estos los días del socialismo real o del invierno
atómico? En una entrevista realizada en los noventa, Castro
reafirmó su molestia por el acuerdo –a sus espaldas- entre las
superpotencias, manifestando que tanto su pueblo como él estaban
dispuestos a dar la vida en una guerra que si se desataba no dejaría
rastro de la isla.
Tan atónito como Kennedy declarando en
las pantallas su derrota en las playas cubanas, EEUU se vio forzado a
dar un giro en su política hacia América Latina. “La Alianza para
el Progreso” contempló el apoyo económico y la promoción de
reformas políticas –reformas agrarias, industrialización
acelerada, ampliación del aparato estatal- buscando consolidar las
estructuras sociales y políticas que sean capaces de “encuadrar a
las masas” evitando revueltas socialistas, sobre todo en el seno
del campesinado pobre del continente. Mientras la cara amable de la
diplomacia estrechaba las manos de aquellas fuerzas moderadas capaces
de implementar tales reformas (Frei Montalva sonrió y apretó
fuerte), en las selvas panameñas las Fuerzas Armadas Latinas
afilaban los corbos que dibujarían las huellas del terrorismo de
Estado en camino.
Justo cuando la llamada “distención”
entre Washington y Moscú –basada en la doctrina de la “destrucción
mutua asegurada”- parecían darle tranquilidad al reciente
gobierno de Nixon, Salvador Allende triunfó en el Chile de 1970. No
sólo la CIA se movilizó ante la posibilidad de una “segunda
Cuba”, Castro fue el único dirigente del bloque socialista que
brindó apoyo efectivo en recursos, logística e infraestructura (a
pesar de la mono-exportación) mientras las carteras del Kremlin y
Pekin se cerraron.
Acorde el modelo nacional desarrollista hacía aguas, la aceptación de la imposibilidad de superar el subdesarrollo en América Latina sin tocar las armazones políticas y económicas encontró su praxis en la gesta cubana y el experimento chileno. El caminar de Fidel Castro desde la sierra maestra y de Salvador Allende desde las faldas de la Cordillera de los Andes asombraron al mundo en su abrazo solidario, dos estrategias distintas y alternativas a la URSS en la construcción del socialismo se sumaban a la Europa agitada por la “Primavera de Praga” y las protestas estudiantiles del 68, reafirmando la lucha que los pueblos del mal llamado “tercer mundo” desarrollaban en Angola y Vietnam.
Acorde el modelo nacional desarrollista hacía aguas, la aceptación de la imposibilidad de superar el subdesarrollo en América Latina sin tocar las armazones políticas y económicas encontró su praxis en la gesta cubana y el experimento chileno. El caminar de Fidel Castro desde la sierra maestra y de Salvador Allende desde las faldas de la Cordillera de los Andes asombraron al mundo en su abrazo solidario, dos estrategias distintas y alternativas a la URSS en la construcción del socialismo se sumaban a la Europa agitada por la “Primavera de Praga” y las protestas estudiantiles del 68, reafirmando la lucha que los pueblos del mal llamado “tercer mundo” desarrollaban en Angola y Vietnam.
Con la caída de la Unión Soviética
en los noventa se inició una de las más duras etapas que debió
enfrentar el pueblo cubano: “el Período Especial”. Sin el apoyo
soviético del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) el
desarrollo del país se vio truncado bajo una crisis que abarcó
desde la alimentación hasta los recursos energéticos, obligando al
Estado a crear programas de emergencia, racionalización y las
primeras medidas de liberalización. Washington intensificó el
bloqueo fanfarroneando la pronta caída del socialismo cubano; pero
para sorpresa del mundo el proceso siguió su curso a costa de un
Fidel Castro que comprendió la necesidad de realizar medidas
liberalizadoras sin renunciar a los logros sociales alcanzados.
Castro muere en un escenario
paradójicamente opuesto al que esperó en los años de la
revolución. La incertidumbre y especulación económica global, la
avanzada conservadora y de la “nueva derecha” en Latinoamérica,
la reemergencia nacionalista y xenófoba en las capitales de
occidente y la paulatina apertura de la isla al mercado mundial
interpelan y tensionan la prevalencia del legado de Fidel, pero al
mismo tiempo, lo reafirman en tanto humanismo y praxis política
rebosante de originalidad en su capacidad de lectura, estrategia y
propuesta societal para América Latina.
La crisis actual de los
“pos-neoliberalismos” y la ofensiva reaccionaria hacia el
“Socialismo del siglo XXI” plantean la urgencia de repensar el
proyecto latinoamericano de izquierda en su conjunto, tanto en su
respuesta al rearme conservador como en su proyección, acorde a un
escenario de incertidumbre global y una compleja sociedad civil
imbuida en el consumo. La originalidad y arrojo de Castro y su
generación para enfrentar los zarpazos retrógrados son un
precedente histórico ejemplificador del potencial creativo que las
nacientes fuerzas políticas y sociales son capaces de desplegar,
como cuando Fidel empujó las ruedas de la Historia.
José Luis Morales Muñoz
Profesor y Licenciado en Historia y
Ciencias Sociales (UACh)
Estudiante Magister en Ciencias
Sociales Mención Estudios de la Sociedad Civil (IDEA-USACH)